NO MÁS VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
La historia de la humanidad ha sido, casi en su totalidad, la historia del patriarcado y la historia del machismo. La mujer para épocas remotas y aún en ciertos lugares en la actualidad, es solo útero, ese complejo social ha imperado acaso por siempre y ha marcado el pensamiento y el comportamiento de la humanidad. El hombre en un sitial superior y la mujer por debajo o mejor, muy por debajo de aquel.
Las
desigualdades sociales han sido caldo de cultivo para escenas de
violencia que afectan principalmente a niños, adolescentes y
mujeres. En nuestro país, miles de mujeres aguardan el
reconocimiento e imperio del derecho a vivir una vida digna, libre de
violencia y protección frente a los abusos o explotación que se
vive cada día. Esta violencia puede originarse en la casa, en los
centros educativos, en las calles, o puede ser propiciada por las
mismas instituciones del Estado y hasta por los gobernantes cuando
tratan de humillar, imponerse por la fuerza, amedrentando con
represalias, ordenando detenciones, poniendo sobrenombres, burlándose
con descaro; en la casa cuando todavía persiste esa práctica
habitual de utilizar el castigo físico como forma de crianza y
disciplina; en los centros educativos cuando también se permite el
castigo físico y la humillación pese a estar prohibido todo trato
degradante por la ley; en la calle cuando niñas, adolescentes y
mujeres son víctimas de la degradación social siendo abusadas,
explotadas sexualmente y caen en redes de trata de personas; la
institucional cuando no se respetan sus derechos por su propia
condición de inferioridad.
Para
superar esta conflictividad social, es necesario que el gobierno
garantice el acceso a los derechos económicos, sociales y
culturales, a la educación y a la oportunidad de empleo. Hace falta
impulsar la eliminación de estereotipos de género perjudiciales,
toda forma de discriminación y desigualdades estructurales.
La
colonización, significó para los pueblos indígenas la destrucción
de su universo y echó por los suelos nuestros sueños y esperanzas,
también significó para mis hermanos, el exterminio de su sangre y
la humillación del sometimiento. Y nosotros, que fuimos los dueños
de estas tierras cuando las pupilas se hermanaban con los horizontes
y con las estrellas, fuimos de repente arrebatados de todo y vistos
como extraños en nuestras propias latitudes; desde entonces
aprendimos la soledad de los caminos, la nostalgia de los atardeceres
y ese frío pertinaz de las madrugadas en el cautiverio de nuestros
propios abandonos…
El
machismo del conquistador, expresión de la ideología dominante
también golpeó a nuestras comunidades alterando el orden que antaño
nos pertenecía y con ese machismo se consolidó la opresión étnica,
la opresión clasista y la opresión de género. Muchos hogares de mi
raza fueron presa fácil en las fauces del alcohol, la violencia, la
explotación y la discriminación.
La
mujer indígena fue, durante mucho tiempo, sometida al machismo que
carcome el entendimiento y a los complejos que golpean hasta el alma,
se convirtió en el último eslabón en la cadena del posicionamiento
social, su presencia fue simplemente decorativa y su misión en el
mundo se resumía a la tarea cotidiana de cuidar el hogar, de
acompañar al marido en las jornadas agrícolas, de preparar los
alimentos, de parir y de cuidar a los guaguas. Ese fue el destino de
las mujeres indígenas, ser apoyo del hombre y soportar con humildad
sus exabruptos...
Cuando
irrumpen en la historia nacional las organizaciones indígenas como
la CONAIE y otras similares, este fenómeno sociológico de
sometimiento del hombre a la mujer es tema de variadas discusiones, y
es que el hombre comunitario, el hombre que se venció a sí mismo
labrando la tierra, haciéndola producir, ese hombre que desafía las
tempestades, las dificultades y la vida, no podía permanecer en un
mundo donde no exista la armonía y el respeto a los demás seres
humanos; ese hombre del campo tuvo que aprender que la mujer ocupa un
lugar trascendente en su mundo objetivo, y ese hombre abrió la
mente, abrió la comprensión y abrió su corazón para aceptar que
la mujer comunitaria, que la mujer campesina es también sujeto de
derechos y que puede liderar a la comunidad. Cuando se tuvo
conciencia de aquello el papel de la mujer cambió radicalmente y
ahora va ganando espacio el respeto mutuo en la mayoría de
comunidades, particularmente en el Cañar.
Pero
la violencia orientada no podía estar ajena a la vida de las
comunidades; en estos últimos diez años ha sido pan de cada día el
sufrimiento de niños, niñas, adolescentes, mujeres, madres de
familia, ancianos, al ver cómo sus familiares eran detenidos por
haber reclamado sus derechos; en Saraguro, cuando las fuerzas
represivas respondiendo a las órdenes del totalitarismo ingresaron a
la comunidad, violentaron derechos humanos con total descaro e
impunidad, se golpeó indiscriminadamente a indígenas de toda edad,
se violentaron domicilios, se detuvo sin miramientos, se encausaron a
muchas personas, a los encarcelados se los trató peor que
delincuentes. Para proceder con su liberación se les impuso una
fianza sin proporción para las posibilidades económicas de las
familias de los detenidos, haciendo que ellos recurran a chulqueros y
a prestamistas para defender a los suyos, TODO ESTO ES VIOLENCIA EN
SU MÁXIMA EXPRESIÓN, VIOLENCIA DESATADA POR EL ODIO, VIOLENCIA
DESATADA POR LA INTOLERANCIA, VIOLENCIA DESATADA POR EL FANATISMO.
Ese es el legado de los diez años anteriores a los indígenas, la
humillación, el maltrato, el irrespeto; mientras los corruptos del
gobierno viven en Miami disfrutando de su fortuna mal habida.
Mientras gozan con escándalo esos viles miserables, en nuestras
comunidades, cuando el viento y el frío azotan en las madrugadas hay
madrecitas que multiplican los remiendos para dar calor a sus
pequeños; mientras gozan con escándalo esos viles miserables, en
nuestras comunidades, cuando el hambre golpea las esperanzas y los
estómagos, hay hombres y mujeres que dejando de comer dan lo poco
que tienen para alimentar a sus hijitos; mientras gozan con escándalo
esos viles miserables, en nuestras comunidades los hombres, las
mujeres y los niños trabajamos desde que despunta el alba hasta que
se oculta el sol para hacer producir a la tierra y ganarnos el pan
con el sudor nuestra frente. Ese es el legado de estos últimos diez
años; la Violencia que carcome hasta los huesos, La violencia que
era el pan de cada día; la violencia que rebasaba lo verbal y
frustró la paz y la tranquilidad de nuestros pueblos…
Contra
esa violencia también protesto hoy, contra esa violencia que azotó como un fuete sobre
mis hermanos, como en los tiempos de la conquista, contra esa
violencia que manipuló la justicia para condenar a inocentes que
denunciaban los latrocinios como Kléber Jiménez y Fernando
Villavicencio, contra esa violencia de exhabruptos verbales que
ofendía la dignidad de los ecuatorianos en cada sábado de tortura,
contra esa violencia de manejar todas las funciones como si la Patria
fuera una hacienda, contra esa violencia del fanatismo que a fuerza
de vivirla todos los días era ya una pincelada más sobre el
paisaje.
Para
terminar, es necesario retomar la iniciativa que naciera desde la
Mesa Cantonal para la Erradicación de la Violencia de Género e
Intrafamiliar del cantón Biblián, en la cual se puntualiza la
urgencia de una reforma puntual al Código Orgánico Integral Penal
sobre la base de la propuesta enviada el 21 de abril de 2017 al Dr.
Mauro Andino Reinoso, entonces Presidente de la Comisión Permanente
de Justicia y Estructura del Estado, en la que se analiza, entre
otras cosas, la regulación de la violencia psicológica como como
contravención y no como delito a fin de que su juzgamiento no se
vuelva engorroso.
Gracias, por permitir expresar el pensamiento de la mujer
indígena frente a las múltiples formas de violencia, deshonra y
hasta ingratitud.
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